jueves, 13 de octubre de 2016

Naturaleza Viva





            Es una mañana fría de invierno cuando salgo de la cueva que protege entre los altos riscos y miro alrededor. El bosque se extiende a mis pies y en la otra orilla del río se aprecian espesos bosques que cubren la ladera más oriental.

            Me elevo en el aire para planear unos momentos antes de lanzarme a recorrer mi valle a menor altura. Noto el aire en mi rostro y una sensación de absoluta libertad me acompaña. Cruzo el cauce  y comienzo a remontar el vuelo sin alejarme demasiado de las copas de los árboles. Se hacia dónde me dirijo. En el bosque más alejado, el que se encuentra en la parte más alta de la montaña, se encuentra un precioso árbol centenario. Es la parte de acceso más complicado, al que no llegan los senderos y que incluso cuando el sol primaveral aprieta, los copos de nieve salpican su follaje resistiéndose a abandonarlo.

            Me poso en silencio, suavemente, evitando que mis afiladas garras dañen su corteza, intentando que el contacto de mis patas se convierta en una tierna caricia. Respiro profundamente y una inmensa sensación de paz nos invade. El frío viento se filtra entre sus ramas provocando mil sonidos como si quisiera contarme algún secreto inconfesable cuyo mensaje nunca logro entender. 

            Años atrás no me lo habría pensado: habría trasportado ramas desde el fin del mundo si hubiera sido necesario y las habría entrelazado con las suyas para anidar en su copa. Dormir con su olor en mi, despertar entre sus verdes hojas y notar como las tormentas lo hacían mecerse y susurrar, protegiéndome en las épocas más frías, arropándome una noche tras otra…

            Creo que ahora es tarde. Bueno, yo no lo creo, pero no logro descifrar los mensajes que me envía y no quiero hacer nada que pueda hacerle sentir molesto. Tal vez alguna vez llegue a comprenderlo, pero mientras tanto me elevo en el aire. Vuelo en círculos a su alrededor y me alejo poco a poco. Tengo que buscar mi cena de hoy, aunque lo que realmente deseo es volver a tener un ratito para posarme en él, para poder compartir esos breves momentos de paz que hace tiempo nos unen.

5 comentarios:

  1. Me ha encantado, me has hecho recordar un pájaro negro , que nunca supe cual era su raza, que planeaba en unos pinares que hay en mi playa favorita. Cada año miraba hacia allí y lo veía planear e incluso quedarse quieto mirando a unos corderos que en una ladera un pastor las cuidaba. Este Pájaro la ultima vez que lo vi estaba con compañía, me imagino que una hembra. Hace tres años que desapareció. Este año como todos los años miro para los pinares y he vuelto a ver a otro pájaro igual mas pequeño. Quizás sea su hijo. Un abrazo

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