martes, 4 de octubre de 2016

PILOTO 14

         Cuando salió del 32 eran prácticamente las tres de la tarde, así que decidió pasarse por el bar de Víctor para picar algo más y tomar un café antes de tumbarse un rato. De paso hablaría un rato con Ana, que últimamente pasaba más tiempo con su primo que con ella, y aunque no buscaba nada especial, el sexo con ella era bueno. Cierto que no se podía comparar con Jelena (ni en cuerpo ni en experiencia) pero siempre estaba dispuesta y visitar “El Águila Negra” no era muy bueno para su maltrecha economía.


-¡Benditos los ojos que te ven! –aunque intentó decirlo de forma alegre, en su voz sonó un cierto eco a reproche- Si no fuera por mi primo pensaría que te habías ido del pueblo sin despedirte.

-Los entrenamientos, que me están matando….-sabía que no sonaba convincente, pero se sentía en la obligación de justificarse de alguna manera- Ponme un botellín y algo consistente, por favor.

-Los entrenamientos y lo que no son entrenamientos, gamberro –le dejó la cerveza en la barra y se giró para dirigirse a la cocina.


Llevaba un vestido blanco de tirantes, no muy largo, abotonado por delante de arriba abajo. El pelo recogido con una pinza y unas sandalias atadas por encima del tobillo. Por un instante se imaginó desabrochando botones mientras ella le cabalgaba, y en eso estaban sus pensamientos, cuando Ana volvió a la barra e hizo que regresará a la realidad.


-¿Quieres que subamos al cortijo? –le dijo después de asegurarse que nadie podía oírle- Salgo de aquí a las cuatro, y mis padres se quedan para poner los cafés y ver los toros. Lo tendríamos para nosotros solos toda la tarde…


Sus padres tenían una casita a unos 7 km del pueblo, rio arriba. Haces años la aprovechaban en temporada de aceituna, para almacenar herramientas y refugiarse si el día traía lluvia, pero  hace poco lo habían reformado y transformado en lo que ahora venía a llamarse casa rural. Estaba situado en una zona idílica, en la ladera de una montaña, con el río corriendo a escasos metros. Tenía una bonita chimenea para hacer más livianas las frías noches de invierno, y una piscina desde que había unas vistas espectaculares.


-Yo no estoy para muchos trotes. –El efecto de la cerveza y la cercanía del cuerpo de Ana estaban provocando en él una excitación que terminaría obligándole a aceptar la invitación- Tengo las piernas cargadísimas.

-No te preocupes cariño, no hará falta que hagas nada. Yo te cuido y te ayudo a descargar.



Se fue a servir las mesas que seguían llenas sabiendo con certeza que terminarían en el cortijo y que en esos momentos, la mirada de David estaba clavada en su culo. No le hacía gracia que saliera tanto con Toni, pero desde el principio le dejó claro que no buscaba nada serio, y aunque era evidente que él sólo le buscaba cuando le apetecía un revolcón, tenía algo que le hacía sentirse especial cuando estaba con él. Muy a su pesar, su corazón se aceleraba de forma alarmante cada vez que notaba que el catorce se encontraba cerca. 

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