Cuando salió del 32 eran prácticamente
las tres de la tarde, así que decidió pasarse por el bar de Víctor para picar
algo más y tomar un café antes de tumbarse un rato. De paso hablaría un rato
con Ana, que últimamente pasaba más tiempo con su primo que con ella, y aunque
no buscaba nada especial, el sexo con ella era bueno. Cierto que no se podía
comparar con Jelena (ni en cuerpo ni en experiencia) pero siempre estaba
dispuesta y visitar “El Águila Negra” no era muy bueno para su maltrecha
economía.
-¡Benditos
los ojos que te ven! –aunque intentó decirlo de forma alegre, en su voz sonó un
cierto eco a reproche- Si no fuera por mi primo pensaría que te habías ido del
pueblo sin despedirte.
-Los
entrenamientos, que me están matando….-sabía que no sonaba convincente, pero se
sentía en la obligación de justificarse de alguna manera- Ponme un botellín y
algo consistente, por favor.
-Los
entrenamientos y lo que no son entrenamientos, gamberro –le dejó la cerveza en
la barra y se giró para dirigirse a la cocina.
Llevaba
un vestido blanco de tirantes, no muy largo, abotonado por delante de arriba
abajo. El pelo recogido con una pinza y unas sandalias atadas por encima del
tobillo. Por un instante se imaginó desabrochando botones mientras ella le
cabalgaba, y en eso estaban sus pensamientos, cuando Ana volvió a la barra e
hizo que regresará a la realidad.
-¿Quieres
que subamos al cortijo? –le dijo después de asegurarse que nadie podía oírle-
Salgo de aquí a las cuatro, y mis padres se quedan para poner los cafés y ver
los toros. Lo tendríamos para nosotros solos toda la tarde…
Sus
padres tenían una casita a unos 7 km del pueblo, rio arriba. Haces años la
aprovechaban en temporada de aceituna, para almacenar herramientas y refugiarse
si el día traía lluvia, pero hace poco
lo habían reformado y transformado en lo que ahora venía a llamarse casa rural.
Estaba situado en una zona idílica, en la ladera de una montaña, con el río
corriendo a escasos metros. Tenía una bonita chimenea para hacer más livianas
las frías noches de invierno, y una piscina desde que había unas vistas
espectaculares.
-Yo no
estoy para muchos trotes. –El efecto de la cerveza y la cercanía del cuerpo de
Ana estaban provocando en él una excitación que terminaría obligándole a
aceptar la invitación- Tengo las piernas cargadísimas.
-No te
preocupes cariño, no hará falta que hagas nada. Yo te cuido y te ayudo a
descargar.
Se fue a
servir las mesas que seguían llenas sabiendo con certeza que terminarían en el
cortijo y que en esos momentos, la mirada de David estaba clavada en su culo.
No le hacía gracia que saliera tanto con Toni, pero desde el principio le dejó
claro que no buscaba nada serio, y aunque era evidente que él sólo le buscaba
cuando le apetecía un revolcón, tenía algo que le hacía sentirse especial
cuando estaba con él. Muy a su pesar, su corazón se aceleraba de forma
alarmante cada vez que notaba que el catorce se encontraba cerca.
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