El
bar Víctor tenía casi todas las mesas ocupadas, un derby madrileño siempre era
un buen reclamo para los bares del pueblo. Ana se encargaba tanto de la barra
como de las mesas. La excursión al cortijo y dormir toda la noche de un tirón,
le había servido para cargar las pilas, aunque cada vez se sorprendía más a
menudo pensando en David. Es verdad que él se empeñaba en decir que n buscaba
nada serio, pero cuando se encontraban a solas, era un chico atento que no
dejaba de estar pendiente de ella ni un momento.
-Tal
vez dándole algo de tiempo….
Se
abrió la puerta del bar y Mario y su padre entraron al local como siempre que
no televisaban el Atleti en abierto. El pequeño todavía llevaba la bufanda del
Mogón colgada del cuello, pero la cara de tristeza, denotaba que el partido no
había ido como a él le hubiese gustado.
-¿Cómo
ha ido?-le preguntaron nada más entrar.
-Pues
no muy bien…. -su padre se paró a hablar con los parroquianos de la primera
mesa. Mientras Mario se subía a un taburete de la barra.
-Ana,
¿me puedes poner un zumo de naranja, por favor?
-¿Vienes
de Linares –le preguntó la chica mientras agitaba la botella de zumo.
-Sí.
Nos han metido cinco. –se metió una aceituna en la boca- ¡No veas el equipazo
que tienen! Son mucho mejores y nos han pasado por encima. Pero no pasa nada,
esa no es nuestra liga.
Tuvo
que reprimir una carcajada. Cuando Mario hablaba de fútbol, solía ponerse muy
serio y utilizar expresiones de persona mayor. La solemnidad que acompañaba
cada frase que decía, le proporcionaba un aire casi cómico, tratándose de un
niño de su edad.
-Bueno,
la semana que viene irá mejor.
-Eso
espero. Tendré que hablar con David, a ver si se recupera pronto. El equipo lo
necesita al cien por cien.
Desde que llegó al pueblo, y sobre todo
desde que le dedicó el gol, el catorce se había convertido en prácticamente un
ídolo para el pequeño. Estaba seguro de que con él en el campo, el partido
habría sido completamente distinto.
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